Decidir forja nuestra personalidad y nos hace crecer
¿Qué hago? ¿Y si me equivoco? Pero si… ¡Decide! Seguro que a muchos os suena. Ser indeciso es casi una forma (mala) de vida. Aprender a tomar decisiones cambia por completo lo que ves y cómo lo ves. Dudar es, en esencia, la base de la baja autoestima, de inmadurez. La incertidumbre es un veneno tan malo como el estrés.
¿Por qué lo sé? Sencillo, porque no me quedó más remedio. Dicen que los hay que nacen con estrella y otros estrellados. Puede ser; pero también es una verdad universal que alguien que tiene el trabajo de sus sueños, que tiene su negocio o que consigue cuanto se propone es por que no duda: decide.
Decidir no es fácil. Te cambia, te hace valorar el tiempo, los recursos, en definitiva: te valoras a ti. No cambia tus escrúpulos, solo tus prioridades. Y eso es lo importante, ya que no solo sales de la zona de confort, sino que muchas veces tienes que valorar los pros y los contras más rápido. En algunas ocasiones hasta en el mismo momento. El infierno en la tierra para los indecisos.
Decide o deja que la vida decida por ti
Esa es la primera lección que aprendí. No se trata de la disyuntiva entre zapatos azules o rojos: sino de mi futuro. Ir a la universidad o cursar un FP, estudiar fuera o en mi ciudad, romper una relación o dejarme llevar por la rutina… Gracias a ello fui alejando poco a poco ese sentimiento de culpabilidad tan común de los indecisos y forjé mi carácter.
Recuerdo que tomé muchas elecciones difíciles y diferentes. Ahora bien, ¿cómo conseguí vencer mis miedos? Muy sencillo, tomé un folio, un bolígrafo y tracé tres columnas. En la primera enunciaba los pros de una decisión, de seguido, los contras de esta, y en la última mis prioridades. De esta manera, aquella que tenía un mejor balance era la ganadora.
No voy a negar que me daba miedo, incluso hasta vértigo, ser firme; pero esos sentimientos son pasajeros. Lo peor fueron las primeras ‘equivocaciones’. Más bien cómo las gestioné internamente.
Asume la equivocación como aprendizaje
Equivocarse es normal. Igual que al conducir, callejear en vez de aguantar un atasco puede salir mejor o peor. La vida te ‘obsequia’ con situaciones parecidas. No debes culparte por tomar decisiones que claramente te benefician.
Simplemente hay ciertas situaciones que no salen como esperamos. Lo importante es aprender de ello; pero no debemos dejar que marquen próximas decisiones.
Decide rápido y sin equivocarte
Es sabido el caso del superviviente de un accidente de avión que acabó siendo CEO de una empresa por aprender a tomar decisiones para sobrevivir. Su capacidad no era innata, simplemente los acontecimientos le empujaron a ello en un escenario de total incertidumbre. Su actitud y su instinto fueron determinantes.
De esta manera, aprender a tomar decisiones nos obliga a ser más seguros, a confiar más en nosotros mismos. Eso se consigue al comprender que podemos equivocarnos; pero sin dejar se avanzar.
Gracias a ello, nuestra autoestima aumenta y nos ayuda a salir de la zona de confort. Esto a su vez se traduce en que mejora nuestro bienestar y nuestras relaciones. Nos hace evitar a las personas tóxicas y, sobre todo, nos hace crecer como personas.
Eso es, en esencia, lo que nos convierte en personas capaces de superar cualquier reto por nuestros propios medios. Algo que todos queremos hacer, y aprendizaje que no me arrepiento haber adquirido.
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