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Lifestyle

Así mejoró mi bienestar seguir esta rutina de mañana

Rutina de mañana

Seguir una rutina de mañana marca el resto de tu día: come, haz ejercicio y mentalízate

Alarma, manotazo, café, ducha y corriendo al trabajo; y no necesariamente en ese mismo orden. Este era mi ritual matutino hasta hace relativamente pronto. Odiaba madrugar y trabajar por la tarde era una bendición caída del cielo. Claro que esto deja de ser sostenible cuando decides tomar las riendas de tu vida. Y sí, todo cambia cuando optimizas tu rutina matutina.

Puede parecer un poco alocado, pero es el secreto tras un buen y productivo día, y clave para nuestro bienestar. Ahora bien, ¿por qué me decidí a hacerlo? Estaba harto de correr a todos los sitios, estresado y no sacar tiempo para mí. Tenía dos opciones: acostarme más tarde o madrugar.

Dado que todo pasaba por dormir menos, investigué sobre qué opción me beneficiaría más. Según mi experiencia, acostarme más tarde me generaba ansiedad, descansaba peor, estaba somnoliento todo el día y no paraba de picar. Y encima llegaba sin fuerzas al final del día. El resultado os lo podéis imaginar.

Madrugar un poco más, la mejor decisión en mi rutina de mañana

Levantarme antes era un terreno que ni se me había ocurrido explorar; pero como había empezado a adelantar cinco minutos el despertador de manera diaria para hacer algo de ejercicio antes de ir a trabajar, aprovechando que refrescaba antes de salir el sol, me decanté por esa opción.

Para no hacerlo sin ton ni son, comencé a leer qué hábitos sigue la gente productiva y exitosa. Entonces, dí con la clave: levantarme tres horas antes de mi hora de entrada al trabajo.

Como dije, puede parecer una locura; pero cuando te organizas a partir de tu rutina matutina, el resultado es sorprendente.

En primer lugar, puse el despertador a las seis de la mañana y apenas me levanto, bebo un vaso de agua para luego salir a hacer ejercicio, 15 minutos de carrera continua. Nada más regresar, me preparo un café con leche sin azúcar para luego ducharme. Ya aseado, dedico tiempo a lo que me gusta, entre 30 minutos y una hora; y me dispongo a preparar un desayuno algo generoso mientras visualizo el día.

No solo tengo energía, sino que ahora me noto  preparado para el resto del día, animado y feliz. Ahora solo faltaba superar un último escollo: la tentación de picar entre horas. Y esa es la razón de preparar un buen desayuno. Claro que, al principio, esto lo dejaba siempre para lo último porque nadie es capaz de hacer hueco entre pecho y espalda nada más levantarse.

Rutina anti-picoteo

Como ya estaba siguiendo una dieta equilibrada, lo único que tuve que hacer fue readaptarla. De esta manera, mi desayuno pasó a componerse de: una taza de café con leche desnatada sin azúcar y las siguientes variantes: dos huevos -bien fritos o cocidos- o uno acompañado de un yogur natural con una cuchara sopera de avena.

Gracias a ello, me siento saciado hasta la una, momento en que me dispongo a comer una pieza de fruta o una barrita de pan integral con una cucharada de aceite, tomate y una pizca de sal y un vaso de agua.

Tras ello, la hora de comer, sobre las 15.00 – 15.30: alterno legumbres con pescado, pollo o ternera. De tal manera que sobre las seis de la tarde aguardo el momento de comer una pieza de fruta si tengo apetito u opto por cenar a las ocho de la tarde directamente.

Mi cena, verdura: espinacas, brócoli, acelgas, o salmón ahumado con aguacate. Unas dos horas más tarde, llegaba el momento de dormir. Claro que durante el fin de semana, al despertar más tarde, prescindo de ese primer desayuno; pero sigo vigilando el resto de comidas. Ahora bien, me permito romper el “régimen” una comida a la semana, no todo tiene que se estricto.

El resultado: no volví a picar entre horas más por hambre, sino por estrés -por lo que pude centrarme en entender la causa-. Es decir, desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde no me era necesario realizar otra ingesta. Gracias a ello, el almuerzo tampoco era copioso, por lo que evito picar el resto del día, y que el consumo fuerte de calorías lo realizo a primera hora e iba decreciendo hasta la noche.

No solo el apetito dejó de ser un problema: mi energía se mantenía estable durante mucho más tiempo pese a haber dormido solo seis horas. Mi descanso mejoró  y mi eficacia también. Asimismo, me vi capaz de estar concentrado por más tiempo en tareas complicadas.

Por supuesto, mi nueva rutina de mañana afectó a la redistribución de tareas. Si había algo realmente complicado que abordar, disponía de un poco de tiempo por la mañana al que dedicarle el 100% de mi atención. Si bien, me bastó con estructurar bien mi día para darme cuenta que ahora era capaz de hacer más cosas y ¡me sobraba tiempo!

Algo que desde luego valoré desde el primer momento, ya que aunque me acostara antes, sentía que aprovechaba el día más que nunca. Aunque debo admitir que tuve que ayudarme de unas herramientas, ejercicios y app para mejorar mi productividad. Había descubierto un mundo nuevo que quería aprovechar lo máximo posible.

Gracias a ello, el fin de semana no lo sentía como un oasis que necesitara aprovecharlo para sentirme feliz. Me permití el lujo de dormir sin despertador. Mi descanso no es que mejorara mucho por dormir siete horas, ocho, como mucho, antes de que mi cuerpo despertara rebosante de energía. Casi hasta magullado por pasar algo más de tiempo durmiendo.

De hecho, la mejoría que noté al momento es que tenía el ímpetu para realizar cualquier cosa antes que tirarme en el sofá. Y si lo hacía, cambiaba la televisión por un libro, bien por placer o para autoinstruirme.

Lo mejor de todo es que este ciclo mejoró mi desempeño en el trabajo al tiempo que he podido disfrutar más de todo lo que me rodea y exprimir al máximo mi día a día. Por eso recomiendo que cambies tu rutina de mañana. Te aseguro que notarás la diferencia en muy poco tiempo.

Juan Pedro de Frutos

Licenciado en Periodismo y Economía, Juan Pedro lleva más de un lustro especializado en el deporte, la vida activa y el ocio. En su prolífica carrera profesional ha estado en multitud de puestos de responsabilidad como director de comunicación y de una revista digital; a la par de su rol como presentador de programas de tv, locutor y redactor.

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