A la hora de llevar comida a casa muchas veces sopesamos si es mejor comprar alimentos transgénicos o ecológicos —pagando un poco más—. Lo cierto es que la etiqueta ecológico no significa que un producto sea 100% natural.
Sin ir más lejos, es posible encontrar alimentos ecológicos que utilizan fertilizantes catalogados como naturales; pero que dado su origen animal —estiércol— se precisa de parte de las 14 millones de vacas por cada habitante del planeta. Esto supone una emisión gases de efecto invernadero junto a la necesidad de alimentar a todos estos animales. El resultado: mismos fertilizantes e insecticidas —incluso aquellos desaconsejados por la legislación— a un mayor precio.
A este respecto, J.M. Mulet, profesor de biotecnología de la Universidad Politécnica de Valencia y autor del libro Comer sin miedo, se muestra rotundo al afirmar que “la agricultura ecológica es únicamente un reclamo comercial para aumentar el precio de los productos” dentro de la vorágine en la que se ha convertido la búsqueda de la salud y bienestar.
Por otro lado, los productos transgénicos han sido modificados genéticamente bien para aguantar condiciones adversas, para que pueda haber cosecha fuera de sus temporadas habituales o incluso para dotarles de la capacidad de resistir algunas plagas.
De esta manera no se puede afirmar que un alimento transgénico sea mejor que un producto natural; pero lo que no se puede negar es que trata de aprovechar ciertas características que de otra manera sería imposible.
Ahora bien, respecto al cultivo, un alimento transgénico puede haber sido cuidado con el mismo mimo que un producto ecológico —o haber sido víctima de un abuso de fertilizante—. Claro que distinguir este origen a la hora de llenar el carrito de la compra no es tan sencillo.
Miedo a los alterado genéticamente; pero también a los conservantes
Otro gran miedo del consumidor, con su fama inmerecida en ciertas situaciones, es el conservante. A la hora de comprar existen muchas reticencias a ciertas siglas en el etiquetado, como conservantes L300 o L-150d. Es cierto que algunos conservantes han sido vinculados con el cáncer a través de una exposición prolongada con los años; pero Mulet también resalta que hay otros factores que pueden dañar el organismo en el corto plazo: el azúcar y la grasa.
A diferencia del papel de la grasa y del cada vez más controvertido efecto en el cuerpo del azúcar —y su relación con el cáncer—, los conservantes deben pasar por pruebas a la hora de comercializarse, por lo que al estar bastante controlados y calculados no tienen el mismo efecto que una docena de cucharadas de azúcar refinado al día oculta en refrescos.
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